lunes, 28 de abril de 2014

Autoreflexión.

Hola a Tod@s!

No me regañen, oriéntenme.

Es verdad que debo aplicarme en ese sentido, si prometo que la reflexión va a ser semanal y luego me tardo dos meses en enviarla, pues que pasó.

Hay pintores que hacen autoretratos, hay escritores que hacen autobiografías, pues bien, yo voy hacer mi autoreflexión.

En ocasión, voy a aprovechar la oportunidad, de el curso-taller que voy a dar, Dios mediante, éste fin de semana y que trata, precisamente, de ayudar a las personas a transformar su vida para lograr lo que se propongan, YO primero que nadie, debo trabajar en dicha transformación y, créanme, no es fácil ni sencillo.

Que trabajo nos cuesta a la mayoría de la gente, cambiar. Es según mi humilde opinión, la tarea más ardua, el trabajo más duro que tenemos los seres humanos.

Siempre estamos esperando que cambie el esposo o la esposa, que cambien el hijo, que cambie el vecino, que cambie el jefe, que cambie el presidente.

¿Y yo?

Yo soy perfecto, no me duele nada, no me hace falta nada, soy la mejor persona de éste planeta. Ustedes están mal, yo estoy bien.

Solo que hay un pequeño inconveniente, y es que ustedes y yo pensamos de la misma manera.

Queremos, como dice el refrán, que se haga la voluntad del Señor, en los bueyes de mi compadre.

Pero la transformación debe suceder primero en nosotros, debo ser YO de quién nazca.

Gandhi decía: “Conviértete en el cambio que quieres ver en el mundo”.

San Francisco de Asís decía, en una de sus oraciones: “Señor, ayúdame a cambiar el mundo, pero empieza por ayudarme a cambiar a mi primero”.

Aprendí de mi buen amigo Ulises Villanueva (un excelente Coach), y ahora suelo recomendarlo en mis cursos y conferencias, cuando hablo de éste tema, utilizar siempre la primera persona del singular: “YO”.

Porque cuando decimos: “es que daberíamos …” Deberíamos, ¿Quiénes? Es que “uno”… Uno, ¿quién es uno? Y el asunto, o la responsabilidad, se diluye.

Cuando digo “YO”, la cosa cambia y diferencía, y el asunto está ahora en nuestras manos.

De igual manera les comparto una frase, hasta ahorita para mi anónima, que me encanta y dice así: “Nada cambió, sólo yo cambié, por lo tanto, todo cambió”.

Entonces con todo este preámbulo o, como diría muchos de mis amigos, todo este rollo.
Ésta es mi autoreflexión:

¿Qué estoy haciendo en el día a día para transformarme a mí mismo en una mejor persona?

¿Qué estoy haciendo para cumplir los compromisos o las promesas que hago?

¿Qué estoy haciendo para marcar día a día una diferencia, positivamente, significativa en la vida de las personas que amo y de las personas con las que coincido todos los días (porque, tristemente, no amamos a todas las personas, aunque así debiera ser)?

¿Qué estoy haciendo para facilitar y alegrar la vida de la gente que creé en mí, que confía en mí?

Y, si es que todo esto se puede resumir.

¿Qué estoy haciendo de mi vida y con mi vida?

A partir de hoy, dejaré que los hechos hablen más que mis palabras.

Si leyeron hasta aquí, muchas GRACIAS.