martes, 27 de mayo de 2014

¿Qué es la felicidad?

Si preguntáramos a 1000 personas diferentes, seguramente no habría dos que nos dieran la misma respuesta.

Quizá haya tantas definiciones como personas habitan este planeta.

Yo, por ejemplo, tengo mi propia definición.

Para mí la felicidad consiste en disfrutar cada momento de nuestra existencia, independientemente de la situación particular que vivamos momento a momento. Me explico:

Habrá personas que dirán como puedes ser feliz si tienes cáncer o, como ser feliz si soy muy pobre.

Uno de los momentos más felices de mi vida y que gracias a Dios, lo he vivido más de 16,455 veces y lo sigo disfrutando, es: abrir los ojos cada mañana.

¿Usted lo disfruta?

Regresando a la cuestión de sí se puede ser feliz con una terrible enfermedad o en la pobreza, veamos las siguientes experiencias.

Pregunta, ¿se puede o no ser feliz en estas circunstancias?

Que pasa cuando un señor que tiene un cáncer de testículo, se cae de su bicicleta a media carrera y se levanta para ganar la misma, ¿será feliz en ese momento?

O una señora tan pobre que le dicen que su hijo ha ganado una beca para ir a la universidad y su hijo se convertirse en uno de los médicos más famosos del mundo. ¿Podrá ser feliz en ese momento? O, el resto de su vida.

Piénselo.

Entonces, ¿de dónde viene la felicidad?

Desde mi muy humilde opinión, la base de la felicidad está en las primeras dos letras de la palabra: FE.

¿Qué es la Fe?

¿Qué significa creer?

¿En qué cree? ¿Con qué intensidad lo cree?

¿Tiene Usted Fe?

Creando momentos de FElicidad.

Cualquiera puede crearse un momento de felicidad, pregúntele a Víctor Frankl.

Dice Víctor Frankl en su maravillosa obra el hombre en busca de sentido: “… la libertad última del ser humano es la de elegir nuestra actitud ante cualquier circunstancia de la vida. Luego entonces, cualquiera puede crearse un momento de felicidad ya que ésta es, al fin y al cabo, una actitud.

¿De qué manera puedo crearme momentos felices?

¡De muchas!

Ejemplo, después de leer este párrafo, cierre sus ojos y evoque en su mente uno de los momentos de su vida en los que se sintió realmente feliz. Vívalo plenamente, recuerde los olores, las sensaciones, los sonidos, la mayor cantidad de detalles de esa ocasión que pueda recordar y, mantenga en su mente esas imágenes y sensaciones, al menos, un par de minutos.

Después, abra sus ojos lentamente y dígame como se siente.

¿Se siente feliz?

Bueno, acaba de descubrir que ser feliz depende solamente de Usted y de sus pensamientos.

Como toda disciplina en la vida, la única manera de dominarla es practicando.

Le recomiendo hacer varios ejercicios como el que acaba de realizar hace unos momentos.

Otra forma muy efectiva de ser feliz, es haciendo feliz a alguien más.
¿A cuántas personas, de las que conviven con Usted día a día, hace felices?

Hacer feliz a otra persona parece, a simple vista, muy difícil; pero en realidad no lo es.

¿Cómo se sentiría Usted si yo le dijera, en este momento, que Usted es la persona más maravillosa que ha leído este artículo, que es Usted un ser excepcional y que no hay en el mundo, ni habrá, persona alguna como Usted?

¿Cómo se sentirían su esposa (o), su hija (o), su jefe, su colaborador o el vecino, si les dijera esto mismo?

¿Se sentirían felices?

Bueno, acaba de aprender que hacer felices a los demás es fácil.

Le preguntaron alguna vez a Bill Clinton que si tuviera que dar un mensaje a los jóvenes, ¿qué les diría? A lo que contesto: "dejen de hablar de todas las cosas grandes que se pueden hacer y vallan y hagan algo por pequeño que sea y después de hacer la primera cosa pequeña vayan y hagan la segunda cosa pequeña y después la siguiente cosa pequeña, porque el mundo está deseoso de gente que haga algo importante y, porque al final esas pequeñas cosas cambiarán el mundo".

Bueno, vaya y haga esa primera cosa pequeña.

lunes, 12 de mayo de 2014

¿Qué tan humanos e inteligentes somos?

¿Por qué la pregunta?

Bueno, vamos a contestar la siguiente:

¿Para que vivimos?

Y conste que no es lo mismo que preguntarnos ¿por qué? Ésta es muy fácil de contestar.

Pero, “¿para qué?”, nos complica un poco más el asunto.

¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Lo sabemos?

¿Qué le estamos haciendo a nuestros semejantes y a este planeta?

El otro día estaba preparando un curso y me metí al famosísimo google para buscar unas imágenes sobre la contaminación ambiental, no se imaginan la tristeza que me dio ver esas imágenes, los invito a que hagan lo mismo, échenles un vistazo.

Y que si nos metemos a revisar lo que sucedió en el holocausto y lo que pasaba en los campos de concentración o, sin ir más lejos, lo que sucede en muchas de nuestras cárceles y, peor aún en muchas de nuestras casas donde existe, SI, si existe, la violencia intrafamiliar.

En estos y muchos casos más, yo me preguntaría: ¿Dónde quedo nuestra “humanidad”?

Nos hacemos llamar “Seres Humanos”; pero, ¿lo somos?

Nos decimos que somos inteligentes; pero, insisto ¿lo somos?

¿Qué de inteligente tiene contaminar ríos y deforestar los bosques y selvas para quedarnos muy pronto sin agua potable?

¿Qué de inteligente tiene matar a miles de mis semejantes por un poco de oro, por un “tesoro” que, al fin y al cabo, no voy a poder llevar conmigo cuando deje éste mundo?

¿Valió la pena?

¿Será que a eso venimos, a acumular tesoros?

Que tal una pregunta sencilla: ¿Cuántos pares de zapatos necesito?

Piénsenlo con calma, la respuesta es solo para usted.

El detalle está en que luego nos decimos sorprendidos: ¡Mira nada más, cómo está el mundo, a dónde irá a parar!

No sería mejor preguntarnos ¿a dónde lo estamos llevando? ¿qué estamos haciendo de él?

El problema es que nos sentimos o nos consideramos aislados de todo, decimos:

El mundo se está volviendo…, el mundo, no yo.

México  es esto o aquello…, México, no yo.

Esta ciudad es…, esta ciudad, no yo.

Pregunta: ¿Qué tan consciente soy del mundo que me rodea?

¿De verdad estoy consciente de lo que le hago a este planeta y por qué?

¿Con cada decisión que tomo, qué gano, qué pierdo?

¿Tendré algo que ver con la deforestación, con la extinción de las especies, con la contaminación de los ríos y mares? O nada tengo que ver.

¿Tendré algo que ver con el hambre en el mundo, con la desigualdad, con la desesperanza?

¿Soy consciente de las decisiones que tomo? ¿Soy libre de elegir qué hacer y cómo hacerlo?

Decía el finado Og Mandino que Dios nos dio un don que ni siquiera a sus ángeles concedió:

El libre albedrío, la libertad de elegir.

Que, dicho sea de paso, es la verdadera esencia de la libertad.

Si no podemos elegir, no somos libres.

Pero, ¿qué tanto poder de elección tenemos?

¿Elegimos a los amigos o ellos nos eligen a nosotros?

¿Elijo la ropa que voy a vestir o la eligen las personas con las que convivo?

¿Si decido, hoy, andar sin zapatos, lo hago? ¿Tengo esa libertad?

¿Qué es lo que realmente puedo, yo, elegir?

Creemos que tenemos el control de nuestras vidas; pero, ¿lo tenemos?

Es más, muchos creemos que tenemos control sobre las vidas de otros, insisto, ¿lo tenemos?

Y, si así fuera, ¿cómo usamos ese control? ¿Para qué lo usamos?

¿No será una mera ilusión?

Albert Einstein dijo alguna vez: "Solo hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana. De lo primero no estoy tan seguro".



¿Por qué lo diría?

lunes, 5 de mayo de 2014

Limosnas de amor


Hola a Tod@s!

Hoy voy a tratar un tema que, quizá, algunos nos cause algo de ruido dado que tiene que ver con el amor al prójimo y, aunque no lo parezca, éste es un tema del que no se habla mucho en el trabajo ni, lamentablemente, en casa o con los amigos.

Todos somos capaces de dar algunas limosnas, me refiero a las económicas o materiales, y las damos.

Le damos, por lo menos un peso, si nos sentimos espléndidos pues damos cinco, al limpia parabrisas del semáforo, otros tantos a la señora que pide en el crucero, algunos pesos más al que cuida el estacionamiento y así hasta donde nuestras posibilidades, económicas alcancen.

Lo curioso es que muchos nos quejamos de la situación económica que atraviesa el país o nuestro estado o, el mundo en general; porque no solo en México se cuecen éste tipo de habas (como dice el dicho) y sin embargo seguimos haciendo esas “generosas” donaciones. Quizás pensando que con eso expiamos algunas culpas que la desigualdad nos hace sentir. ¿Por qué yo tengo mucho y otros muchos no tienen nada? Y creemos que con esas limosnas componemos o pailamos un poco la situación.

Por tal motivo, aunque nuestra situación económica no sea tan holgada como quisiéramos, vamos dando un peso por aquí otros más por allá.

El detalle es que el dinero es un bien escaso y los pobres o muy pobres son muchos, si yo quisiera ayudar a todos ellos me sería casi imposible; debería haber amasado una considerable fortuna y todavía así, me lo pensaría dos veces o quizás más, antes de regalar mi fortuna. Porque como mandan los cánones de la economía, si doy todo lo que tengo me quedaré con nada.

Pero, aquí me nace una serie de preguntas un poco más quisquillosas:

 ¿Qué pasa con el amor?

¿Si doy todo mi amor me quedaré con nada?

¿Así como voy repartiendo dinero por el camino, reparto amor?

¿Cuántas veces estrecho la mano del que me limpia el parabrisas o de la que me vende el chicle?

¿Sé como se llaman?

¿Sería capaz de abrazarlos?

Lo triste de este asunto es que muchos de nosotros no hacemos eso ni con nuestra familia ni, mucho menos, con nuestros vecinos o colaboradores de trabajo.

¿Por qué nos cuesta tanto regalar amor?

¿Cambiaría algo en el mundo si de la misma manera que vamos dejando monedas por el camino, dejáramos amor?

Quizá la experiencia de San Francisco de Asís con el leproso pudiera servirnos de ejemplo, he aquí un extracto:

“De tal manera le echaba atrás el ver los leprosos, que, como él dijo, no sólo no quería verlos, sino que evitaba hasta el acercarse al lazareto. Y si alguna vez le tocaba pasar cerca de sus casas o verlos, aunque la compasión le indujese a darles limosna por medio de otra persona, siempre lo hacía volviendo el rostro y tapándose la nariz con las manos. Mas por la gracia de Dios llegó a ser tan familiar y amigo de los leprosos, que, como dice en su testamento, entre ellos moraba y a ellos humildemente servía.”

Por su parte la Madre Teresa que prácticamente dedico su vida a la caridad decía que la caridad no era la solución.

Supongo que se refería a la caridad en términos de dinero; porque si alguien ha dado su amor al prójimo en este mundo ha sido Ella.

Concluyo la reflexión.

Hay quienes damos sin buscar o contar cuánto traemos en nuestros bolsillos o en nuestra cuenta bancaria, hay quienes buscamos y contamos antes de dar, porque sabemos lo que cuesta ganar el dinero; pero, ¿cuánto cuesta ganarse el amor? ¿será que tenemos poco o mucho amor? ¿cómo andan nuestras cuentas en ese sentido?

¿Será que nos la pensamos para dar amor o lo damos desinteresadamente a cuanta persona se cruce por nuestro camino?

¿Podrá el mundo ser mejor si damos mas a mor que dinero?


Por su tiempo y atención, muchas gracias.