Decía Norman Mailer que cualquier persona, o tema, estudiado en profundidad resultará
fascinante, y yo añadiría que cualquier oficio también. Quien lo
dude, que se lo pregunte a Javier Castaño (@xabel), con el que volví
a tener un animado encuentro callejero el otro día del que surgió la idea de
hacerle una entrevista.
Javier es
Delineante Industrial (grado superior), además de tener experiencia en el campo
de las Artes y el Diseño Gráfico, desde donde saltó al Marketing Web y SEO
(posicionamiento en buscadores) con su propio proyecto profesional.
Pero lo que hizo famoso a Javier, apareciendo en muchos medios nacionales e internacionales (incluido The Washington Post o la BBC) es la combinación
de dos hechos. El primero, donar cuentas de Twitter,
creadas por él, a los gobiernos de Canadá (@canada) y Japón (@japan), la
prefectura de Río de Janeiro (@riodejaneiro) y los Ayuntamientos de Madrid
(@madrid), Málaga (@malaga), Roma (@roma) y Gijón (@gijon), entre otros. Estas
transferencias de cuentas, por las que suele cobrarse mucho dinero, Javier las
hizo gratuitas porque lo que buscaba era que se preservaran como bienes
públicos. El segundo hecho, y en el que voy centrar mi crónica de hoy, es
que desde el 30 de marzo de 2012 Javier se gana la vida como limpiabotas en el Café Central de Málaga, al que por
cierto, también le lleva sus redes sociales en Facebook y Twitter.
A Javier le conozco
hace varios años, cuando estaba en plena faena de SEO colaborando con clientes
en temas de marketing-web. Siempre me pareció honesto, de esas personas que ves
llegar y que con sólo charlar un rato, ya confías en ellas. Hoy sé además que
tiene muy buenas ideas y que es un tipo realmente interesante, con el que se
puede conversar de todo, así que me propuse hacerle una
entrevista pero distinta a las que le han hecho antes. Lo que yo
quería indagar en Javier es esa capacidad que ha tenido de convertir un oficio aparentemente plano y aburrido, como el de
limpiabotas, en una fuente de crecimiento personal.
Desde que leí “El Artesano” de Richard Sennett, uno de mis libros de cabecera (aquí
tienes una amplia reseña), quedé prendado
de toda la filosofía que puede haber embebida en el trabajo de los artesanos, y
de la capacidad que mostraba el autor para descifrar códigos ocultos en la
práctica de cualquier profesión, por muy lineal que pareciera. Me quedé con ese
gusanillo, y por fin encontré en Javier una oportunidad de
explorar ese registro por mi cuenta (salvando las distancias,
obviamente, del maestro Sennett).
Lo que yo quería, y
así se lo propuse, es que hiciéramos un viaje juntos por las honduras de su
oficio, que me contara detalles sutiles e invisibles de lo que hace y cómo ha
cambiado su percepción de las cosas desde que empezó a sentarse de lunes a viernes
en un sillón de limpiabotas. A partir de ese momento, iniciamos con Javier un
intenso intercambio de e-mails, con varias preguntas y respuestas, aclaraciones
y desvaríos filosóficos. A veces fue un diálogo surrealista, pero a menudo
aterrizamos en matices muy prácticos. De todo ello salió esta entrevista que
traigo hoy con mucho gusto. Espero que la disfrutes tanto como yo:
1) ¿Qué puede haber
de especial en el oficio de un limpiabotas, aparentemente tan simple?
Es puro ‘ensayo y
error’, probar todos los productos, desobedecer las instrucciones, convertir el
uso fácil en uso difícil y sacar conclusiones. Con la experiencia se va
perfilando un método y lo demás es pura repetición. No creo que la destreza influya mucho en los resultados, más bien
la meticulosidad. Una cosa que me dio mucha guerra al principio fue
la incompatibilidad de los productos. Por ejemplo: una pequeñísima cantidad de
un “disolvente” universal para manchas que uso en Ante, al contacto con
cualquier betún da un resultado pegajoso que hace que pelusas de trapos y
cepillos se agarren con saña a la piel. También podría decirte que utilizar una
caja portátil, con tapas que abres y cierras, para trapos y cepillos, es una
mala idea. Para que te hagas una idea de mi nivel de neurosis, todos los botes
y espráis que uso son mixtos, es decir el recipiente sale de un sitio y el
tapón de otro. No me gusta que se vean en mi puesto cosas que
se puedan asociar a una tienda china. Intento que todas las
herramientas que uso (mechero, cortahílos, brocha, espátula, etc.) sean poco
comunes. Cuido y mantengo los materiales lavando micro-fibras y trapos comunes
por un lado, y algodón 100% por otro.
2) Me maravilla
tanta meticulosidad. Lo haces bastante más sofisticado de lo que parece a
simple vista. Yo que pensaba que en tu oficio lo que más importaba era hacerlo
fácil.
Podríamos filosofar
largamente sobre el dilema de lo Fácil vs. Difícil. Todos los productos de
limpieza de calzado de las últimas décadas llevan el “uso fácil” al extremo (la esponjita de marras, los
espráis, etc.), lo que ha hecho que resulte complicado abastecerse de productos
“saludables”. Es una metáfora de la vida, porque eso
mismo ocurre en otros ámbitos pues, como ya sabes, los pre-precocinados y el
glutamato monosódico barren en ventas. Sin embargo, las comodidades tienen un precio. Nos acomodamos a
aplicaciones que nos facilitan la vida pero sabemos que eso no tiene calidad,
ni aporta un valor auténtico: ¿A quién le agrada recibir DMs automáticos?
Sabemos que un post curra’o no tiene nada que ver con una fricada de aplicación
tipo “clic y listo” pero… la excelencia sigue siendo lo
festivo y la comodidad lo cotidiano, ¿porqué? Yo no quiero que
mi profesión sea así, y huyo de abusar del camino fácil. Este es un oficio algo
estancado en los métodos del siglo pasado, así que intento incorporar productos
y materiales del mundo de hoy: micro-fibras, gomaespuma de distinta dureza,
gomas de todas las durezas, productos cosméticos o arcillas. Tengo unos
estándares exigentes, y eso empieza a interesar incluso a fabricantes y
distribuidores.
3) Espera, tengo
una duda. Cuando te iniciaste se supone que no eras un profesional de esto, así
que entiendo que empezaras con el ensayo-y-error, pero qué pasa con los
primeros clientes, los que usaste de cobayas para aprender. Me gustaría que
reflexiones sobre los costes y el estrés de aprendizaje al principio, porque
una cosa es limpiar zapatos para uno, o la familia, y otra hacerlo como
profesión
Cuando la
disposición es plena se disculpa casi todo. No creo que llegase a espantar a
clientes; pero es cierto que a muchos clientes les resultaba lento. Sobre los comienzos pienso que lo más importante es la rapidez de
rectificar. Las cosas más sorprendentes las aprendí por sorpresa,
los verdaderos trucos los encuentras por casualidad y son fruto de la
experiencia. Por otra parte, recomiendo en cualquier
aprendizaje autodidacta la combinación de tres recursos: Google + Google
Translate + Youtube. Al principio sólo distinguía los zapatos
por la marca, pero investigando en Internet fui aprendiendo a distinguir entre
distintas pieles, costuras y modelos. Después me hice mi propia chuleta gráfica
de los tipos de calzados que existen (mírate esta imagen), para afinar el
ojo y dotar de más sentido a lo que hago. En Youtube puedes encontrar desde
cómo se limpian las botas los marines, a señores usando un hueso de ciervo para
liberar de grasa los pliegues de un cordobán. Hay grandes especialistas en todo
el mundo, así que por suerte puedes usar los traductores online para abrir
fronteras y aprender cosas sorprendentes por vídeos, que después incorporas a
tu trabajo.
4) Cuando estas
aburrido, algo que supongo puede ocurrirte a menudo, ¿qué haces para motivarte?
Pasar de todo y
leer la prensa o ponerme a cavilar no siempre es un recurso balsámico así que
intento que los ‘tiempos muertos’ no me desgasten. Nunca estiro la jornada por falta de trabajo, solo por exceso del
mismo. Inicialmente dedicaba los tiempos muertos a mi propia
promoción, ahora ya suelo estar más entretenido. A las malas, siempre dispongo
de alguna pajilla mental que
hacerme Lo que hago es
comportarme como si estuviese en casa delante del ordenador. Llevo 15 años con
un guión de cine, fue mi refugio cuando los problemas me quitaban el sueño
(hace años). Le dedico un rato cada vez que puedo.
5) Richard Sennett
en “El Artesano”, ese libro del que te he hablado tanto, sostiene que la
repetición o la rutina de una tarea se convierte en “ritmo”, que es algo que
tiene música, una cadencia singular, que llega a disfrutarse, ¿A ti te pasa
eso? ¿Te sientes un artesano?
Mira, todas las
semanas le dedico un tiempo a la música (concretamente a la percusión) así que
entiendo perfectamente eso de trabajar “a ritmo” Los jueves me junto
con Marcos, un amigo que le pega a la guitarra, para meterle mano a dos voces a
alguna canción que elegimos, con unas cervecitas. Conseguir ese sentido del
ritmo, mientras trabajas, no es siempre fácil, pero es algo que ciertamente
busco. ¿Si me siento como un artesano? Pues mira, mi trabajo es lo más parecido
al de un restaurador. Me obsesionó,
desde los primeros meses, llegar con mis clientes a un resultado imposible de
conseguir en casa. En algunos zapatos de baja calidad no se consigue marcar esa
diferencia y me quedo sin final feliz, pero ya
aprendí a asumirlo desde los primeros pasos. También lo comparo con el higienista porque todos sabemos limpiarnos los
dientes, pero lo que hace en nuestra boca un higienista no lo conseguimos ni
con tres horas de cepillado.
6) Explícame eso de
que en algunos zapatos no se consigue marcar la diferencia, y te quedas sin
“final feliz”. Yo que pensaba que el trabajo del limpiabotas se notaba más
cuando el calzado era malo, y conseguías maquillar sus defectos.
No, a ver… a los
zapatos de más calidad es a los que se les puede sacar un plus y que el
resultado sea espectacular. Los zapatos baratos o de baja calidad generalmente
no guardan nada, los dejas limpios y ya está. Si tienen mermas, ya ni te
cuento. Son las pieles buenas (que no siempre se presentan en zapatos de marca
o caros) las que esconden virtudes que con un buen trato afloran.
7) Un “restaurador”
parece tener más glamour que un “higienista“. Si te fijas, son dos
imaginarios distintos por el tipo de valor que aportan ¿Con cuál te identificas
más?
Tengo un cliente
restaurador de arte y al principio siempre tenía la sensación de que se fijaba
mucho en lo que hacía y eso me metía bastante presión. Ahora creo que va más a
lo suyo Me siento un
“restaurador” porque aplico métodos previamente ensayados, también el
ensayo-y-error, pero en tiempos muy reducidos. No puedo permitirme respetar
tiempos de secado o pararme a pensar, como hacen los restauradores. Limpiando
zapatos si tardas 15 o 20 minutos se te duerme el cliente. Ya me gustaría a mí poder hacer cosas más lentas. Si
tuviera un taller intentaría disponer de una buena lupa (tipo ‘Bones’),
maquinaría de dentista obsoleta, baño de vapor, vaporetta, torno de zapatero,
pulidoras, aerógrafo, y herramientas de dios sabe qué especialidades que puedan
aportar algo. Ser limpiabotas es un oficio limitado por tiempos y herramientas.
Pero lo mejor de mi oficio es que no hay morosidad Cobro 3€ por
cualquier cosa. Cada cliente, en función de su satisfacción, paga lo que le da
la gana, pero yo siempre pido 3€. La media real andará cerca de los 5€. El
tiempo promedio que dedico a cada cliente puede estar en los 15 minutos.
8) Estoy imaginando
la de conversaciones que debes tener con tus clientes. Será como en las
peluquerías: ¿Cuánto hay de psicólogo en tu trabajo?
Resulta muy
enriquecedor pero hay de todo, hay clientes que se convierten en buenos amigos
y también lo contrario, personas que ves a menudo y personalmente te resultan
extrañas. Yo intento dejar las cosas venir y no forzarme a nada. Cortesía y
discreta observación.
9) En la
conversación que tuvimos el otro día, pasó algo que me dejó pensativo, y que
terminó de decidirme a proponerte esta entrevista. Recuerdo que hablando del
trabajo de limpiabotas, Ana María (mi pareja) te dijo “bueno, ese trabajo es
temporal”, y tú le contestaste “No, como si es para toda la vida”.
Esa respuesta me dijo cosas, y me gustaría hablar de ello. Perdona que te haga
esta pregunta, pero tengo que hacértela: ¿Qué sientes cuando la gente te
cuestiona (o tú notas que lo piensa, aunque no te lo diga): “oye, qué hace un
tío como tú limpiando botas?” ¿Te jode que la gente crea que ese trabajo es
poco digno para ti o has llegado a pensar que tienen razón?
Cuando decidí
ponerme con esta profesión, tenía dudas. Quizás el vértigo de dar un paso tan
radical, no sé, en parte me obsesionaba llegar a dar
lástima, así que mi idea era asumir una actitud de “friki a su bola“. Me explico, auriculares con mi
musiquita y currar a mi aire. Quería protegerme y quitarme los auriculares sólo
cuando valiese la pena. Pero una vez que me puse a limpiar zapatos, noté que la
respuesta general era muy positiva, así que descarté adoptar esa postura tan
evasiva. Al hablarlo con un amigo recuerdo que fue una especie de iluminación,
cuando le dije que no pretendía dar pena, sino
envidia. No se me olvida la cara de perplejidad de mi amigo. Hoy
sé que tenía razón. Trabajo de 8 a 3, de lunes a viernes. Me siento respetado.
No rindo cuentas a nadie. La satisfacción del cliente está, para mí,
condicionada a la mía y creo que mi trabajo es como el de un restaurador que
finaliza su obra cada 15 minutos. Sé que da un poco de vértigo inicialmente
salir en los medios presentándote como limpiabotas, peroahora no es que lo lleve bien, sino que no me cambio por nadie.
Hasta aquí la
entrevista. Parece obvio que Javier Castaño es mucho más que un tío generoso que regala cuentas de Twitter. Basta
con leer sus respuestas para darse cuenta que es, además de eso, una persona
con una imaginación y afán de superarse que ya muchos quisiéramos. Si tuviera
que resumir este dialogo, me quedaría con esta idea: Cualquier
oficio puede llegar a ser interesante si quien lo practica adopta la actitud
apropiada.